Presidente Lasso nombra a Carapaz como embajador deportivo

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El presidente Guillermo Lasso nombró al ciclista Richard Carapaz como Embajador Itinerante y Deportivo del Ecuador en el mundo. Este cargo honorífico fue creado en reconocimiento a su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Carapaz acudió la mañana de este viernes 10 de septiembre de 2021 al Palacio de Carondelet para ser felicitado de manera personal por el Jefe de Estado. Allí recibió un incentivo económico de 100.000 dólares, por la presea dorada.

“Es especial volver a casa y encontrarte con multitudes de sonrisas y alegrías porque eso ha significado lo que hemos conseguido en Tokio”, señaló el carchense. En su intervención recordó que no tuvo apoyo dirigencial y que la medalla no representa valor o cariño, sino su sacrificio.

El presidente Lasso le reiteró que el Ecuador ha estado pendiente de él y que todos lo acompañaron durante su participación en la justa ecuménica y en las competencias ciclísticas. Luego lo sorprendió con un anuncio no previsto.

“Te voy a pedir que aceptes el cargo de Embajador Itinerante y Deportivo del Ecuador, que nos represente a este gobierno y a este país como un embajador”, manifestó el Mandatario. Esta designación fue otorgada porque desde el Gobierno consideran a la ‘Locomotora’ como un ejemplo ante el mundo de lo que es la esencia ecuatoriana: lucha, alegría, paz y esfuerzo.

“Eres la carne viva de aquella persona que ha luchado día a día, como lo dijiste en ocasiones con lágrimas, pero que las has convertido en una medalla de oro y nos has demostrado de lo que somos capaces cuando nos proponemos llevar a cabo”, finalizó el Presidente.

Carapaz finalizó su visita con un saludo desde el balcón hacia los cientos de personas que arribaron a la Plaza Grande para saludarlo.

Dinastía Ming: pompa y porcelana

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Los Toros de Pucará, símbolos del sur peruano - La Razón

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Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura peruano, reveló en una entrevista en la Feria Virtual del Libro de Cajamarca, que fue víctima de acoso sexual a manos de un religioso cuando tenía 12 años.

El hecho sucedió en el colegio La Salle por parte de un miembro de la entidad educativa que llevó al joven Vargas Llosa al quinto piso de un área que los estudiantes no podían pisar.

«Era yo muy católico, porque había nacido en una familia muy católica, muy practicante y lo fui hasta los 12 o 13 años cuando tuve un incidente con un hermano del colegio La Salle. Fue un incidente, digamos, de origen sexual”, aseveró en su entrevista virtual, según mostro el portal de noticias Epicentro.

«Me preguntó por mis notas y mis planes para las vacaciones. Pese a su fama de viejito cascarrabias, al Hermano Leoncio, que solía darnos un coscacho cuando nos portábamos mal, todos lo queríamos, por su figura pintoresca, su cara colorada, su rulo saltarín y su español afrancesado. Me comía a preguntas, sin darme un intervalo para despedirme, y de pronto me dijo que quería mostrarme algo y que viniera con él. Me llevó hasta el último piso del colegio, donde los Hermanos tenían sus habitaciones, un lugar al que los alumnos nunca subíamos. Abrió una puerta y era su dormitorio: una pequeña cámara con una cama, un ropero, una mesita de trabajo, y en las paredes estampas religiosas y fotos. Lo notaba muy excitado, hablando de prisa, sobre el pecado, el demonio o algo así, a la vez que escarbaba en su ropero. Comencé a sentirme incómodo», relató el autor a su entrevistador, el escritor William Guillén Padilla.

«Por fin sacó un alto de revistas y me las alcanzó. La primera que abrí se llamaba Vea y estaba llena de mujeres desnudas. Sentí gran sorpresa, mezclada con vergüenza. No me atrevía a alzar la cabeza, ni a responder, pues, hablando siempre de manera atropellada, el Hermano Leoncio se me había acercado, me preguntaba si conocía esas revistas, si yo y mis amigos las comprábamos y las hojeábamos a solas. Y, de pronto, sentí su mano en mi bragueta. Trataba de abrírmela a la vez que, con torpeza, por encima del pantalón me frotaba el pene. Recuerdo su cara congestionada, su voz trémula, un hilito de baba en su boca. A él yo no le tenía miedo, como a mi papá. Empecé a gritar “¡Suélteme! ¡Suélteme!” con todas mis fuerzas y el Hermano, en un instante, pasó de colorado a lívido. Me abrió la puerta y murmuró algo como “pero por qué te asustas”. Salí corriendo hasta la calle”, añadió.

El autor contó esto, a manera de anécdota, para ilustrar cómo aquel incidente lo alejó de la religión y lo acercó más hacia la cultura.

“Yo cuento esto porque, curiosamente, a partir de entonces, yo que había sido un niño muy creyente y que cumplía con comulgar cada primer viernes, me fui desinteresando de la religión”, dijo.

Ya en 2012, en una entrevista con el medio La Vanguardia, había comentado que perdió la fe “cuando era muy joven, casi un niño”, y la reemplazó por la cultura como fuerza vital.

El episodio del abuso está narrado con mayor detalle en El Pez en el Agua, su libro de memorias, publicado en 1993.